Una cara diáfana, bien despierta, con los ojos atentos y el ceño fruncido, tuvo Instituto en el primer tiempo. Ganaba y no sólo eso:controlaba el partido. Carranza apenas había atajado un puñado de centros. Pero de repente, como si un duende maléfico hubiera visitado a la Gloria en el entretiempo, lo transformó en lo que nunca hubiera querido ser. En apenas un cuarto de hora, otra cara, adormecida, atontada, recibió varios sopapos juntos. Defensa y Justicia se aprovechó de sus desatenciones y lo pasó por arriba. Lo dio vuelta como si fuera una puerta vaivén, hasta dejarlo sin capacidad de respuesta. Y todo lo bueno que había hecho, se desmoronó como un edificio sin cimientos. De un equipo que manejaba el partido, que apretaba las marcas en el medio y salía jugando rápido, Instituto pasó a ser otro vulnerable. ¿Cómo explicarlo? Se dirá: el fútbol es dinámica de lo impensado, aunque también es actitud, inteligencia, serenidad para aprovechar los momentos favorables. La Gloria no aprovechó más que módicamente su superioridad de la primera etapa. Porque apenas marcó un gol –centro desde la derecha, Buján cruzó la pelota al primer palo y Silvio Romero definió a la carrera con tiro esquinado– marró dos situaciones nítidas para asegurarse una ventaja más tranquilizadora. Al equipo local no se le caía una idea y chocaba contra la seguridad de Sanchírico y Nieva. Además, atrás quedaba Carranza, quien apenas sería exigido por un remate de Romero. Instituto amasaba una victoria, hasta ahí, inobjetable. Que incluso pudo ser mayor si Nadaya no hubiera definido mal, con el arco de frente, permitiendo que Celasco rechazara su "tirito" en la línea de sentencia.
Aluvión y después.
Cuando se produjo, en apenas 15 minutos, el aluvión de Defensa y Justicia, nada quedó en pie. Y la zozobra llegó por duplicado, porque los goles vinieron de manera similar: un jugador que llega libre por derecha, mete el centro de la muerte al área chica y gol. Primero, con Vaccaría como ejecutor. Cabezazo, tapada de Carranza y rebote para definir a quemarropa. Después, con Vega –el ex Talleres–- como verdugo. Más fácil todavía, con un empujoncito de derecha, después de que el arquero albirrojo también alcanzara a tocar la pelota. La expulsión de Carranza liquidó toda posibilidad de reacción de Instituto, que nunca, en la media hora que le quedaba por delante, inquietó a Bertoya. En una ráfaga, la Gloria perdió el partido y viajó sin escalas hacia los peores lugares de la tabla de promedios. Su tarde no podía haber sido peor.
La Voz de Interior